Vivimos una década que reconfigura la medicina y la atención en salud

La pandemia del COVID-19 marcó el inicio de una década llena de nuevos retos para los sistemas sanitarios a nivel mundial, sumándose las ya existentes emergencias climáticas, la creciente carga de las enfermedades no transmisibles (ENT) y el aumento de las desigualdades en materia de salud dentro de los países, haciendo que el enfoque habitual de la salud pública y planetaria sea cada vez más disruptivo.

Algunos cambios llevan tiempo alterando a otros sectores de la sociedad, pero ahora están cobrando impulso en el sector salud. Se identifican cinco temas recurrentes que marcan notablemente la nueva década que preside la era post-COVID: los sistemas de salud sostenibles, la revolución de la genómica, las tecnologías emergentes, las dinámicas demográficas globales y los nuevos modelos de atención médica.

La capacidad de la medicina para responder rápidamente a estos nuevos desafíos plantea preguntas a los investigadores, los profesionales y a la sociedad en su conjunto, puesto que el aumento del bienestar y la prolongación de la esperanza de vida en los países ha generado una creciente demanda de una medicina preventiva que pueda preservar y mejorar la salud utilizando las tecnologías modernas.

Las enfermedades cardiovasculares, los accidentes cerebrovasculares y el cáncer siguen siendo las causas más comunes de muerte en la actualidad. Sin embargo, esta última década la tasa general de mortalidad por cáncer ha seguido disminuyendo. Con los avances actuales en genética y bioinformática y la llegada de nuevas empresas de alta tecnología, la medicina está pasando rápidamente de recomendaciones de estilo de vida saludable para todos a programas personalizados basados en pruebas de diagnóstico modernas y altamente precisas.

Además, la pandemia del COVID-19 aceleró el desarrollo de la tecnología en el campo de la medicina y ha llamado la atención sobre tendencias que antes no eran tan notorias. Los robots aprenden a desinfectar espacios, cuidar a los pacientes y entregar paquetes; los algoritmos ahora pueden rastrear la respiración y la gravedad de la tos; y la inteligencia artificial (IA) puede predecir la propagación de un virus para gestionar el flujo de personas en lugares públicos.

Otras tendencias que están marcando esta década son la lucha contra el estrés, el biohacking, el turismo médico y la colaboración entre el hombre y la máquina. Las tecnologías de bienestar (atención sanitaria basada en el valor, entrega inteligente y telemedicina) influyen en la medicina a corto plazo, mientras que la personalización basada en datos (hospitales inteligentes y dispositivos wearables) impactan a corto y mediano plazo. Sin embargo, el cambio climático (migrantes climáticos y atención sanitaria baja en carbono) marcan tendencias a mediano y largo plazo. También cabe destacar que la sostenibilidad en la atención sanitaria es un factor de desarrollo que está siendo subestimado.

La IA, los algoritmos, la robótica y el big data se utilizan para monitorizar estas tendencias médicas a gran escala. Y actualmente se está promoviendo la novedosa idea de que solo la élite se preocupa por esta aceleración tecnológica. Debido a que los avances tecnológicos en salud ofrecen aproximaciones virtuales, una especie de placebo digital, para desviar la atención de la necesidad de soluciones tangibles, problemas centrales — de equidad y sesgo, socioambientales, seguridad y privacidad de datos, disminución de las conexiones sociales, desmoronamiento de la infraestructura y la creciente brecha entre la élite y la no élite— se están comenzando a abordar de manera significativa y centrada.
La inquietud que rodea a la IA y la realidad virtual no está surgiendo de las torres de marfil de la élite. Tiene sus raíces en las preocupaciones cotidianas de investigadores y bioéticos que ven cómo estas tecnologías se entrelazan cada vez más en medicina: la perspectiva de la pérdida de puestos de trabajo frente a la marcha de la automatización, la erosión de la privacidad en un mundo dominado por la IA y los aterradores dilemas éticos que plantea el avance tecnológico sin control.

Durante la pandemia del COVID-19, alrededor del 70% de las organizaciones sanitarias de Europa, EE. UU. y América Latina adoptaron la IA para automatizar su trabajo. Esta importancia de la colaboración hombre-máquina se ha debatido durante mucho tiempo, pero su requisito absoluto para el desarrollo exitoso de la humanidad ha quedado mejor demostrado en la postpandemia. El hecho de que el COVID-19 sea un comodín, desencadenó el rápido despliegue de nuevas tecnologías de bienestar y demostró que los productos y servicios ya no pueden ser estáticos. En tiempo real, el mundo probó productos que se desarrollaron en paralelo con la forma en que se utilizaron. Los expertos ya han llamado a este estado “beta eterno” y han señalado la facilidad con la que la gente estaba dispuesta a confiar en servicios y tecnologías inacabadas.

Las organizaciones sanitarias están desarrollando productos y servicios basados en la tecnología para ampliar continuamente su funcionalidad. Las pruebas virtuales de productos y servicios proporcionan información sobre cómo agregar valor a la tecnología y reducir el riesgo de implementaciones de productos en áreas críticas de atención médica. La pandemia ha motivado a las personas a recopilar aún más datos sobre sus condiciones de salud.

Se prevé que las ventas mundiales de dispositivos electrónicos inteligentes portátiles alcancen los 186.900 millones de dólares en 2030, lo que representa una tasa de crecimiento anual compuesta del 11,3% durante el período 2020-2030. Este crecimiento se puede atribuir a la creciente popularidad de los dispositivos portátiles, los avances en inteligencia artificial y la proliferación de la tecnología 5G.

El continuo aumento del conocimiento sobre el genoma humano promete la creación de una medicina personalizada basada en las características únicas de un individuo y sus tendencias a una patología u otra. En este escenario, un médico será un predictor del destino futuro de cada paciente, en función de la expresión de ciertos genes responsables, por ejemplo, de patologías cardiovasculares u oncológicas. Una mayor personalización de los medicamentos permitirá dirigirse a áreas muy específicas del cuerpo humano, lo que reducirá drásticamente los efectos secundarios y las complicaciones. En la actualidad, se han iniciado los primeros intentos de administración personalizada de fármacos utilizando nanopartículas para el tratamiento con microdosis.

La otra cara de la moneda demuestra que la creciente proporción de métodos costosos y altamente eficaces de tratamiento personalizado y prevención de enfermedades graves está contribuyendo a la estratificación social de la sociedad. La atención médica de alta tecnología será medicina para las personas ricas, mientras que la calidad de la atención para otros grupos socioeconómicos disminuirá. Esto también puede dar lugar a protestas y eventos políticos. A medida que las sociedades se esfuerzan por construir un futuro más justo, surgen preguntas sobre cómo prosperar en un mundo dominado por poderosos intereses comerciales y qué papel debería desempeñar este sector en la configuración de este mundo.

Para mejorar la salud y la equidad en salud, es necesario cambiar las estructuras y los sistemas políticos, económicos y sociales actuales. Fundamentalmente, la sociedad global en su conjunto debe preguntarse qué acuerdos políticos y económicos contribuirán más a la salud y la equidad en salud del siglo XXI; cuál es el papel de los mercados en una sociedad que privilegia los intereses públicos; qué arreglos institucionales y prácticas de aplicación pueden regular eficazmente las prácticas comerciales, los productos y los problemas perjudiciales que trascienden las fronteras nacionales; cómo se pueden incentivar los modelos de negocio progresivos y regenerativos; y cómo los ciudadanos y la sociedad civil pueden promover los cambios necesarios en las políticas públicas y en las empresas y garantizar la rendición de cuentas.