El uso de medios sociales digitales se ha convertido en un recurso esencial sin precedentes. La Organización Mundial de la Salud (OMS) afirma que la salud y el bienestar están determinados por la interrelación de diversos factores, incluyendo las redes sociales. Simultáneamente con el crecimiento del internet, las redes sociales se han desarrollado como una fuente de datos para la vigilancia y la investigación médica por su alcance profundo, disponibilidad inmediata, presencia archivada y amplia accesibilidad. La cuestión del auge de las redes sociales ha llevado a bioéticos, investigadores y especialistas en salud pública a formular conjeturas sobre su impacto en la comunicación, la relación médico-paciente y la sociedad.
Tal como sucedió a inicios de la pandemia del COVID-19, las redes sociales pueden capturar tendencias de enfermedades emergentes antes de que los datos oficiales estén disponibles para la población, generando efectos en las creencias y el comportamiento individual y colectivo. Un ejemplo claro es como la desinformación sobre la pandemia nubló la percepción del público sobre la gravedad y la transmisibilidad del coronavirus, así como del tratamiento de la enfermedad, el distanciamiento social y el uso de mascarillas. Esto genera preocupaciones sobre el poder de las redes sociales y sus implicaciones éticas, legales y sociales, y en cómo la mayor disponibilidad de información en línea está moldeando la medicina del siglo XXI y los desafíos distintivos en la colaboración colectiva del cuidado de la salud.
Un mal uso de las redes sociales y de la atención médica remota puede despersonalizar las interacciones médico-paciente y erosionar las relaciones terapéuticas auténticas, lo que refleja una variedad de amenazas que incluyen la desinformación y la mercantilización en evolución de la salud. Si bien es cierto que la telemedicina o el uso de tecnologías para la asistencia sanitaria se ha considerado una solución efectiva y rentable para brindar atención a personas o poblaciones con difícil acceso a centros de salud, y muchos han argumentado que ofrece grandes beneficios con respecto a cuestiones de justicia social y acceso equitativo a la atención médica, también existe el riesgo de que a través de estas tecnologías se puedan exasperar las desigualdades que las personas y comunidades ya enfrentan en relación con los servicios públicos. Con la ubicuidad de las redes sociales y el intercambio de información pública generalizada, la relación médico-paciente entra en un terreno ético y moral confuso.
En algunas áreas de la salud las cuestiones éticas son más claras, como cuando los individuos son participantes activos en la investigación, donde se deben aplicar las consideraciones tradicionales. Del mismo modo, los profesionales y centros de salud deben ser conscientes de sus propias publicaciones en las redes sociales. Si bien las redes sociales pueden ayudar a humanizar a los proveedores, también existe la posibilidad de erosionar la confianza en ellos si publican contenido inapropiado, debido a que el diseño intencional de las redes sociales y sus características adictivas plantea preocupaciones por sus efectos nocivos sobre la salud, efectos que los profesionales de salud, pacientes y padres deben monitorear.
Existe una correlación entre ciertos tipos de comportamientos en redes sociales y condiciones médicas como la depresión y la ansiedad social. Se demostró que el uso de las redes sociales puede aumentar el riesgo de suicidio en algunas personas al exponerlas al acoso cibernético y la promoción de hábitos no saludables dentro de las llamadas comunidades extremas. Con el tiempo, esto puede llevar a algunas personas a secundar noticias falsas y contribuir a la proliferación de comunidades que no se alinean con las pautas médicas prevalecientes.
¿Cómo se puede garantizar que las redes sociales y las prácticas médicas que utilizan tecnología en línea no perpetúen estos sesgos sociales y de equidad existentes? ¿Tienen o no las compañías de redes sociales la obligación de promover la salud pública monitoreando, y posiblemente censurando, el contenido falso y posiblemente dañino de sus plataformas? Existe la preocupación de que en algunos sitios de redes sociales como Twitter, Instagram, Facebook y Tiktok se difunde información que carece de una base de evidencia o contradice las pautas establecidas, así como la formación de cámaras de eco, es decir, espacios en línea que transmiten una estrecha gama de puntos de vista que amenazan la salud pública. A estas plataformas se les ha exigido remodelarse y adaptarse a estándares éticos como una herramienta para la comunicación de salud entre la población y los profesionales. Sin embargo, es posible que se necesite una regulación más rigurosa para proteger la privacidad o abordar otros daños, aunque se debe cuidar de que las leyes no socaven la libertad de expresión ni afiancen aún más a las empresas tecnológicas como árbitros de la esfera pública.
Dentro de la relación médico-paciente es fundamental equilibrar la información obtenida a través del uso de las tecnologías de las redes sociales. En el reclutamiento de pacientes en estas plataformas los proveedores de salud deben velar por mantener cuidadosamente las relaciones profesionales y la confidencialidad. La seguridad de los datos, la privacidad y la autonomía son cuestiones importantes por considerar. Algunas empresas como Meta han tomado medidas para combatir la desinformación y el ciberacoso, por ejemplo, mediante la verificación de hechos o etiquetas de advertencia en el contenido considerado engañoso. Otras empresas han cambiado el diseño de sus plataformas para reducir las características adictivas. Pero la cuestión de cómo se pueden aplicar en redes sociales los principios éticos de difusión de información sobre la salud sigue siendo un desafío. El internet está impulsado por una “economía de atención” y las corporaciones se preocupan por mantener a los usuarios en sus plataformas sin tener mayormente un incentivo para considerar las implicaciones sobre la salud a largo plazo.
Los investigadores y proveedores de atención médica deben sopesar cuidadosamente el daño y el beneficio para el paciente individual o grupos de pacientes. Tal ponderación podría estar respaldada por un modelo novedoso para evaluar sistemáticamente las soluciones técnicas. Para desarrollar dicho modelo, se deben seguir recopilando preguntas relevantes con respecto a los grupos de usuarios, áreas de aplicación y dimensiones sociales. Las respuestas ayudarían a juzgar y sopesar las cuestiones éticas de las soluciones técnicas.
Si bien hay muchos incentivos para los avances tecnológicos, esos incentivos a menudo son independientes de cualquier consideración ética. Deberíamos ser más conscientes de lo que está sucediendo detrás de escena y las motivaciones e incentivos de quienes crean y mantienen plataformas en línea y encontrar formas de influir en el desarrollo y la implementación de estas tecnologías, de modo que no sea solo un pequeño número de personas con intereses estrechos quienes tomen estas decisiones increíblemente impactantes.
Las legislaciones deben contribuir a formar un sistema consciente de las afirmaciones de salud inexactas en colaboración con académicos de comunicaciones y plataformas legítimas de noticias de atención médica, desarrollar estrategias para contrarrestar rápida y eficazmente la pseudociencia con información de salud confiable. Aunque algunas compañías ya se involucran en el autocontrol, rara vez van lo suficientemente lejos en la regulación de la desinformación.
Como señala el psicólogo cognitivo, lingüista y escritor Steven Pinker, gran parte de nuestra historia social reciente, incluidas las guerras culturales entre liberales y conservadores, consiste en la moralización o amoralización de determinados tipos de comportamiento. Por lo que las cuestiones éticas relacionadas con el uso de las redes sociales implican, en términos generales, alcanzar un equilibrio entre las decisiones y los preceptos morales, contemplar en todo momento la seguridad y la dignidad humana. Los desafíos de las redes sociales sobre la salud dificultan la determinación y la vigilancia, así como la parte punitiva, por lo que la ética se convierte en una herramienta para autorregulación, la prevención y la concienciación sobre sus usos. La ética busca descubrir verdades nuevas (no es una ciencia teórica) sino orientarnos bien para actuar responsablemente. De la ética esperamos luz para ver los deberes que hemos de cumplir, lo bueno a que aspirar y el ideal de vida por consumar a la luz de las nuevas tecnologías.
Doctor en Medicina.
Máster en Bioética por la Universidad Católica San Antonio de Murcia, España.