La realidad es que en la República Dominicana, el proselitismo político jamás termina, pues resulta admirable la capacidad que tienen los hombres que ejercen la política para afrontar las adversidades, pues ante una victoria obtienen el efecto de placer, donde el tiempo pasa rápido, crecen las amistades y sus acciones se encaminan en un constante proselitismo, pero donde la cosa se pone buena es ante una derrota, que la soledad y tristeza, los impulsa a volver con más fuerza, invadiendo todo el espectro con constante reclamos de lo que es y debería ser, donde la visión y espíritu crítico aumenta, olvidando el pasado y gestando desde las adversidades nuevas oportunidades.
Oportunidades que son utilizadas para hacer una mejor campaña, lo cual en muchas ocasiones no tiene nada que ver con el trabajo o vocación de servicio, pues ejercer la política requiere del elemento por excelencia para lograr el éxito, la -perseverancia-, aquí donde los tiempos y la sociedad exigen mayores niveles de preparación, de ejercicio técnico y de cumplimento con las normas, nos encontramos como a través de aviesas los políticos han logrado avanzar con falsas premisas de hacer las cosas bien.
Esto lo planteamos a propósito de que el pasado domingo 2 de julio del presente año, inició formalmente el periodo de precampaña para la selección de precandidatos a puestos de elección popular, sin embargo, tenemos desde el pasado 2020 viendo como se ha forjado una lucha de populismo electoral para todos los niveles electorales, sin descanso, sin respecto a las leyes y con la ambición de consolidar una victoria.
Durante muchos años se ha criticado e intentado buscar soluciones jurídicas que implementen un sistema de control y fiscalización de la forma de ejercer la política, que se pueda crear una limitante para el proselitismo y que las campaña sea ajustada a un periodo de tiempo, pues de acuerdo a lo establecido en el artículo 41 de la ley 33-18, de Partidos, Agrupaciones y Movimientos Políticos, existe un tiempo de regulación para evitar pasar 4 años en constante bombardeo político, sin embargo, lograr ese anhelado control parece imposible.
La realidad es que la Junta Central Electoral, tiene una enorme responsabilidad de cara al próximo certamen electoral, pues los ánimos, las ambiciones y las tensiones de este escenario político-electoral, no es el común de todos los tiempos, es claro que se ha apostado a la subsistencia de actores y agrupaciones políticas que si no logran una participación estelar pueden ser absorbidas por la mordaz ambición de gobernar.
Corresponde al órgano de control constitucional y jurisdiccional implementar sistemas eficaces que permitan a la sociedad descansar en el deber ser de la justicia, que los tribunales y agencias especializadas en la materia, se conviertan en entes de soporte para que la Junta Central Electoral pueda ejercer una labor eficaz, donde el respecto a la paz social y ejemplo a la población general sea lo que rija el interés de los Partidos, Agrupaciones y Movimientos, donde los Políticos de verdad, dejen a un lado cualquier ambición que afecte el interés colectivo y en consecuencia nos brinden un ejercicio de derecho a la altura que demandan los tiempos, sin darnos una imagen que al final resulte ser una falsa campaña.
Licenciado en Derecho por la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM).
Maestría en Gobierno y Administración Pública con doble titulación por la Universidad Tecnológica de Santiago (UTESA) y la Universidad de Salamanca (USAL), España.
Abogado, litigante, ha sido docente en grado de la Universidad Tecnológica de Santiago (UTESA).
Exfiscal, donde ocupó la posición de Director del Departamento de Litigación y Director Técnico de la Fiscalía de Puerto Plata.