No nací en Azua, pero soy azuano

Hay una frase que escuché una vez y que me marcó: “La patria chica no siempre es la que te ve nacer, sino la que te enseña a querer.” Y si eso es verdad, entonces yo soy, sin duda, de Azua.

Mi acta de nacimiento dice que vine al mundo en el Distrito Nacional, pero mi historia, mis anécdotas, mis amigos, mis afectos… muchos de ellos están marcados con el sello cálido de Azua. Y no es para menos: mi padre, Víctor Sánchez Feliz, es azuano de pura cepa. Su papá, mi abuelo Tirso Sánchez Soriano, fue profesor por más de 25 años y también alcalde del municipio de Peralta. Su legado sigue vivo, no solo en la memoria familiar, sino en los corazones de quienes lo conocieron como maestro, como servidor público y como ser humano.

Mi papá fue diputado por Azua entre 2010 y 2016. No cualquier diputado: el más votado del país en ese entonces. Pero más allá de los números, lo que siempre me llamó la atención fue el cariño con que la gente lo saludaba en cada rincón de la provincia. A mí me tocó vivir ese vínculo muy de cerca: campañas, recorridos, encuentros, discursos bajo el sol del mediodía y también uno que otro sancocho improvisado. Recorrí los municipios y los distritos municipales. A veces en jeepeta, otras en pasola, y en más de una ocasión a pie… como debe ser.

¿Y cómo no sentirme azuano si tengo devoción por Playa Blanca, esa joya escondida a la que no se llega por carretera, sino por agua, desde Playa Monte Río? ¿O si me emociono cada vez que me ofrecen una pizza dulce de la famosa “Pizzería Mi Casita”? Que dicho sea de paso, debería estar en la lista de Patrimonio Gastronómico Nacional.

Pero más allá del turismo, de las playas, del queso de hoja, o del calor que derrite hasta los pensamientos, lo que me ata a Azua es su gente. Esa gente noble, trabajadora, sencilla, hospitalaria, que siempre tiene un chiste listo, una sonrisa franca y una taza de café recién colado.

Azua es campo y mar, es historia y presente. Es la provincia donde aprendí que la política no se hace solo en los hemiciclos, sino también en los colmados, en los cafecitos de la esquina, en los abrazos de quienes te reconocen por lo que representas, pero también por lo que vives y compartes.

Yo no nací en Azua, pero la he vivido tanto, la he recorrido tanto, la he sentido tanto… que ya no me cabe duda:

Soy azuano. Y con orgullo.