La gestión eficiente de impuestos es una tarea crucial para las empresas, y la planificación fiscal se erige como una herramienta esencial en este desafío. Sin embargo, existe una línea muy fina entre lo legal y lo ético en estas estrategias fiscales que ha generado debates significativos para no caer en planificaciones fiscales agresivas.
Es crucial reconocer que las diferencias entre la planificación fiscal corporativa y las estrategias más agresivas pueden ser sutiles, pero con consecuencias significativas. Mientras una busca cumplir con sus obligaciones tributarias de manera eficiente, la otra puede rozar la frontera de lo ético al priorizar beneficios a corto plazo sobre consideraciones sociales y de responsabilidad corporativa. Estando entre sus consecuencias una vez identificadas, el cuestionamiento de su reputación empresarial e investigaciones y sanciones por parte de las autoridades fiscales del país que se ve afectado.
En ese sentido, la planificación fiscal agresiva pudiéramos identificarla por la búsqueda activa de formas legales para minimizar la carga tributaria, aprovechando lagunas y brechas en las leyes de los países. Aunque las empresas argumentan que están actuando dentro de los límites legales, la danza entre ético y lo permitido por las regulaciones fiscales se intensifica cuando estas prácticas socavan la equidad fiscal y erosionan la confianza pública. Autores sostienen que el abuso del derecho en las planificaciones puede significar fraude de ley o en sentido estricto, la voluntad de las partes de evitar la ordinaria aplicación de la norma con el fin de minimizar la carga impositiva.
A lo largo de los años, ha habido varios casos famosos de planificaciones fiscales agresivas llevadas a cabo por empresas multinacionales, generando controversias y poniendo de manifiesto la complejidad y la ética de las estrategias fiscales utilizadas. Entre las más notables están:
Google y el “sándwich holandés” (2010):
Curiosamente el término “sándwich” es utilizado metafóricamente para describir cómo las transacciones financieras se realizan a través de “rebanadas” o capas de diferentes entidades empresariales ubicadas en distintos países. La estrategia utilizada por Google en 2010 se basó en el envío de las regalías a través de una filial en las Bermudas, beneficiándose de tasas impositivas más bajas y reduciendo la carga impositiva.
Esta estructura, por lo general, implica el uso de una empresa en los Países Bajos para canalizar los flujos de ingresos y aprovechar los tratados fiscales y las normativas locales. A su vez, puede ser combinada con otras estrategias, como el “doble irlandés”, utilizada por Apple en 2013, para crear estructuras más complejas y así minimizar sus obligaciones fiscales globales.
Apple y el “doble irlandés” (2013):
Apple fue objeto de críticas por utilizar una estrategia conocida como el “doble irlandés” para canalizar las ganancias a través de subsidiarias en Irlanda, donde las tasas impositivas eran considerablemente más bajas.
Esta estrategia implica la creación de dos empresas en Irlanda. La primera es operativa que posee y gestiona la propiedad intelectual, como patentes y derechos de autor. Esta empresa cobra regalías o tarifas de licencia a otras subsidiarias de la compañía en el extranjero y, la segunda es una entidad con sede en Irlanda, pero registrada en un paraíso fiscal, como las Bermudas (ver caso Google). Esta segunda entidad recibe las regalías o tarifas de licencia y, debido a su ubicación en un paraíso fiscal, puede beneficiarse de tasas de impuestos significativamente más bajas o incluso nulas.
Es importante destacar que, debido a la presión internacional y las preocupaciones sobre la evasión fiscal, Irlanda ha introducido cambios en su legislación para eliminar ciertos aspectos del “doble irlandés”. En particular, en 2015 fueron eliminadas las disposiciones que permitían la creación de nuevas estructuras con esta modalidad.
IKEA y los Acuerdos con Países Bajos (2017):
De los casos más recientes de planificaciones fiscales agresivas está el de IKEA en 2017, que fue objeto de investigaciones por sus acuerdos fiscales con Países Bajos que le permitieron reducir su carga fiscal. Esto, aunque legal, generó críticas a nivel internacional.
Como hemos indicado estos casos subrayan la tensión entre la legalidad y la percepción ética de las estrategias fiscales utilizadas por las grandes corporaciones. A medida que aumenta la conciencia pública sobre estos temas, se aumentan los llamados a una mayor transparencia y reformas en las normativas fiscales internacionales.
Definitivamente, la planificación fiscal, cuando se ejecuta con integridad y ética, se convierte en un pilar para la estabilidad financiera de las empresas. La anticipación inteligente de las obligaciones tributarias, la eficiencia en el uso de recursos y el cumplimiento normativo son las claves para una estrategia fiscal exitosa. No obstante, el equilibrio entre la eficiencia y la ética es esencial para preservar la reputación corporativa y contribuir al bienestar económico general. En última instancia, la planificación fiscal bien gestionada no solo optimiza la carga tributaria, sino que también fortalece la posición financiera de las empresas en el largo plazo.
Licenciado en Derecho de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM); Máster en Procedimiento Civil de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM) y Máster en Derecho Tributario y Asesoría Fiscal de la Universidad Iberoamericana (UNIBE). Posee especialidades en dirección de administraciones tributarias y aduanera y Hacienda Pública.
Cuenta con más de 10 años de experiencia en el campo del derecho tributario, enfocado en la planificación fiscal corporativa, determinación de obligaciones y auditorías, así como, en operaciones de reorganización empresarial, tales como las fusiones, escisiones y adquisiciones de entidades comerciales.