La Brecha Digital en la República Dominicana: ¿Culpa de la Inteligencia Artificial?

Hace un mes, compartí un artículo donde discutí brevemente los tres paradigmas que enfrenta la República Dominicana en su presente y futuro inmediato. En esta ocasión, mi objetivo es profundizar en estas ideas, ya que considero esencial desarrollar un pensamiento integral que nos permita proponer soluciones prácticas a los desafíos que enfrentamos. Estas ideas no son definitivas, y los invito a unirse a la conversación con la visión de encontrar soluciones basadas en el consenso, pues como dicen, “dos o tres cabezas piensan mejor que una”.

El primer paradigma que abordé y que examinaré a continuación es la falta de creación y adaptación a las nuevas tecnologías, lo que podríamos llamar la “nueva brecha digital generada por la IA”. Este fenómeno, en mi opinión, se origina debido a múltiples factores que convergen y provocan la fuga de talentos de nuestros países. Esta fuga se alimenta de la desigualdad, la falta de desarrollo y oportunidades limitadas que dificultan el acceso a una educación de calidad, recursos insuficientes y bajos salarios.

Estos factores impulsan una migración masiva de talento humano hacia países que ofrecen mayores oportunidades de crecimiento. ¿Podemos culparlos? Cuando en Santo Domingo, por ejemplo, cada día es más difícil adquirir una vivienda en el centro de la ciudad, ocupando el primer lugar en América Latina en costos de vivienda. iOtro factor crucial es la regulación restrictiva de ciertas tecnologías, que limita su desarrollo en nuestra nación. Mientras que en otros países se utilizan drones para el transporte de bienes y servicios, en nuestra regulación nacional encontramos una prohibición tácita para este uso particular de vehículos aéreos no tripulados.ii

Estos factores nos llevan a una conclusión importante: no solo el elevado costo de vida y la falta de oportunidades hacen que perdamos talento científico en América Latina, sino también la falta de una regulación favorable para la innovación tecnológica, que incluya una ética en la programación para evitar un uso indebido.

Esto nos lleva al último punto que resalté en mi artículo anterior y que quiero expandir aquí: la necesidad de una mejor educación, no solo en cuanto a nuevas tecnologías, sino también en la formación de ciudadanos responsables. En los últimos años, destinamos el 4% del Producto Interno Bruto (PIB) al gasto público en educación, pero los resultados de esta inversión dejan mucho que desear. Presenciamos numerosas campañas políticas oficialistas, cambios frecuentes en uniformes y proveedores de desayuno escolar, construcción de escuelas, pero también la incapacidad de muchos maestros para aprobar exámenes de rendimiento que demuestren su capacidad en el aula.

Sin embargo, el tiempo apremia. La carrera tecnológica lleva tiempo en marcha, con avances cada vez más rápidos, desde la aparición de Internet hasta el uso de nanotecnología y la inteligencia artificial. La ciudadanía, que no reconoce sus necesidades, se encuentra cada vez más vulnerable a algoritmos que recopilan sus datos para venderles productos en línea, sin una protección adecuada o legislación nacional que regule el uso de estos datos.

Todo esto genera interrogantes: ¿Cómo se ha utilizado el 4% destinado a la educación? ¿Cuál es el rumbo real de nuestro proyecto nacional? ¿Por qué tantos préstamos si no se invierte en infraestructura tecnológica? ¿Están nuestros gobernantes conscientes de esta situación o la ignoran? ¿En qué posición nos deja esto como país en los próximos 10, 20 o 30 años?

Espero poder responder a estas preguntas en algún momento o, mejor aún, abrir el espacio para que otros lo hagan. Sin embargo, lo que me atrevo a desmontar es el mito de que la inteligencia artificial o las nuevas tecnologías destruirán nuestras oportunidades de desarrollo económico. En lugar de eso, considero que son las oportunidades perdidas debido a una mala gestión o falta de visión nacional las que nos relegarán en la carrera tecnológica, una carrera que no parece tener límites en el horizonte. Por lo tanto, la responsabilidad recae en nosotros, los ciudadanos de la República Dominicana de hoy, y no en las máquinas del mañana. Debemos tomar medidas concretas para aprovechar las oportunidades que la tecnología ofrece y asegurar un futuro próspero para nuestro país.