IN MEMORIAM A UN PADRE AUSENTE 

La pregunta obligatoria que viene a mi cabeza con el tema en cuestión es: ¿Cómo se celebra un día de los padres sin padre?

Algunos tuvimos la bendición divina de tener un padre muy presente, pero al recordar la festividad nos encontramos con el común denominador de algunos de servidores constitucionales que, al igual que quien suscribe, experimentan la ausencia del papá, y más cuando se acerca esa fecha en que se le festeja.

La nostalgia se asoma y toca la mente de los hijos, trayendo recuerdos de tiempos memorables que llenan de amor y agradecimiento a los que experimentaron la dicha de tener un ser especial que ofreció protección y cariño sin esperar nada a cambio.

Queda la certeza de que su energía, o su espíritu, o un pedacito de su alma, está caminando a nuestro lado. Como es natural, extrañamos su firme carácter, principios, consejos de vida, risas, su voz, su pelo blanco «lleno de sabiduría»; en fin, de vez en vez, vienen las emociones propias de quien experimenta la separación temporal de un ser querido, aunque con el pasar del tiempo aprendemos a relacionarnos o nos quedamos con el dolor continuo ante el recuerdo de aquel día en que el Soberano del Universo tomó la decisión de mandarlo a buscar.

Solo llevamos dentro el recuerdo, el amor dejado en nuestro corazón por ese hombre ejemplar que se entregó en amor y abnegación, aquella persona que fue partícipe activo de nuestros triunfos y fracasos.

Así fue el mío. Trabajador hasta la saciedad, una persona que con su ejemplo llenó de júbilo cada etapa de nuestras vidas, asumiendo la paternidad como un privilegio, dándose con desprendimiento, sin medir esfuerzos. Esto lo convirtió en un ser fuera de serie que, junto a su compañera de vida, respondió con entrega a lo que implica criar hijos, proveer lo básico, dar seguridad y protección con decisión y firmeza.

Nuestro tributo y recordación por el sacrificio, por el legado basado en principios y valores que hoy perduran, valores que sirven de aprendizaje continuo para las presentes y futuras generaciones.

Nuestro máximo reconocimiento a un padre que supo darnos lo necesario y no todo lo que le pedíamos, amante de la verdad y de las cosas bien hechas, que inculcó el espíritu de la honestidad y la honradez predicando siempre con el ejemplo y mostrando que se puede apostar a hacer las cosas bien hechas.

A aquel progenitor que nos enseñó a amar y a conocer a Dios, a interesarnos por las personas, a servir sin recibir nada a cambio, a luchar cada día por una mejor vida, un mundo posible, a educarnos y ser mejores personas. Solo queda ser agradecidos a Dios por cada momento que lo tuvimos junto a nosotros cuando más lo necesitábamos.

¡Honor eterno!