La circulación de información descontextualizada sobre diversas condiciones y patologías de salud mental nos confrontan a un fenómeno cada vez más frecuente en consulta: el autodiagnóstico, la sugestión e incluso el pedido insistente de tratamiento o intervención farmacológica por parte de consultantes basándose en lo que creen estar padeciendo, conforme el criterio del influencer de turno. Y es que, a pesar del respetable trabajo de psicoeducación y divulgación de muchos profesionales, nos enfrentamos a la desinformación e intrusismo de contenidos elaborados por personas ajenas al campo de la salud mental y, por lo tanto, sin la formación y criterios necesarios para establecer una divulgación responsable de estas informaciones.
Una peligrosa tendencia que crece y que, en el mejor de los casos podrá ser revisada y cuestionada atendiendo a las necesidades reales de aquel que se acerca a un servicio de salud mental, pero… ¿qué hay de aquellos que simplemente permanecen en el convencimiento de padecer un trastorno o cuadro psicopatológico y no se acercan a consultar? Basta con contrastar esta pregunta en las largas listas de comentarios que podemos encontrar en cualquier contenido de redes sobre conceptos y criterios diagnósticos banalizados, la realidad es alarmante: conglomerados de personas aconsejando a otras desde posturas confusas y largos testimonios catárticos en donde la incertidumbre y, muchas veces la desesperación, son evidentes.
Para mencionar uno de los ejemplos más populares de este fenómeno puedo referirme a la vulgarización y distorsión del TDAH (Trastorno por déficit de atención e hiperactividad), y es que hoy en día hasta la mínima distracción u olvido es “alegremente” atribuible a este trastorno, incluso llegándose al punto de “romantizar” una condición que se encuadra en la categoría de trastornos del neurodesarrollo y que, si bien es muy positivo visibilizar y concientizar sobre el tema, merece ser abordada desde el cuidado y respeto para no generar autodiagnósticos en masa que lo único que producen son etiquetas vacías de contenido y la estigmatización del colectivo de sujetos que, día a día, sí lidian con los síntomas de una condición específica.
Los riesgos de la convicción errónea de padecer un trastorno y autodiagnosticarse van más allá de una situación anecdótica, se trata de adoptar e identificarse a los rasgos de una condición, y con ello se pasa a alterar indirectamente el autoconcepto, la autopercepción y el modo en cómo se interactúa con el contexto, pudiéndose generar incluso una vivencia de estrés asociada a la creencia de que “se padece de algo”. Mención aparte merece el sentimiento de culpa que muchas veces acompaña a aquellos que se han convencido de sufrir un trastorno de la personalidad, o de “ser narcisistas”. Otro de los grandes conceptos triste y erróneamente popularizados que muchas veces lleva a confundir el poner límites con “ser egoísta/narcisista”.
La lista resultaría muy extensa si entrásemos en detalles, basta con detenerse y pensar unos minutos en lo que vemos y oímos en redes (o en la calle) para dimensionar este fenómeno. Una realidad que emerge como una consecuencia directa del vacío que existe en las redes respecto a la falta de una mayor regulación de ciertos contenidos y que merecería más compromiso para con los usuarios, a fin de minimizar la exposición de información distorsionada. Un material de consumo que puede obrar consecuencias de diverso impacto en los espectadores que por alguna circunstancia se encuentren vulnerables o sin un acceso garantizado a la atención en salud mental.
Un tema particularmente delicado, en este sentido, es la prevención del suicidio y las conductas de riesgo asociadas. Un tema en el que frivolizar y monetizar el padecimiento puede resultar particularmente complejo ya que un mensaje mal direccionado o malinterpretado reviste sus riesgos.
Un ejemplo ubicado en el extremo de la complejidad, pero que abona el ejercicio de pensar sobre los efectos de la sugestión, la desinformación en redes en materia de salud mental y la extendida práctica del autodiagnóstico, una actitud para deconstruir y tomar con la seriedad que merece, recordando que siempre lo mejor ante una duda sobre nuestra salud mental es consultar con un profesional acreditado.