¿Quién lo diría? George Lucas tenía razón sobre el futuro cuando nos mostraba que el poder podía corromperse hasta el punto de que quien fuese el héroe pasara a ser el villano de la historia. Esta narrativa es atemporal y, si nos enfocamos en la realidad mundial, podríamos ver que se repite más de lo que imaginamos.
El ejemplo más reciente de esta triste realidad es la situación que vive la hermana nación de Venezuela. Todos ya conocemos los resultados electorales de los pasados comicios, que concluyeron con la perpetuación de un régimen antidemocrático. Una y otra vez, los venezolanos se encuentran atrapados en un ciclo de represión y falta de libertades fundamentales.
¿Podíamos esperar otro resultado? La realidad se impone con un rotundo “no”. Sin embargo, en comicios anteriores, la oposición venezolana contaba con un recurso valioso: la publicación digital en tiempo real de las actas de las mesas electorales. Pero incluso este as bajo la manga no fue suficiente para superar las barreras impuestas por el régimen.
Es por esto que el grito de “Venezuela Libre” resuena con fuerza en los organismos internacionales, promovido por países que defienden los modelos democráticos. Como bien señala Carlos Malo de Molina en su libro La Pirámide de la Libertad:
“Sin libertad los mercados no existen como tal; son ineficientes, injustos, desordenados y antisociales. Sin libertad no hay justicia, todo funciona al servicio y beneficio de los dictadores y tiranos. Sin libertad tampoco hay felicidad”.
Malo de Molina no se refiere a la libertad en términos de libertinaje, sino a la defensa del estado de bienestar que todos deberíamos proteger como nuestro más preciado tesoro. La libertad se pierde fácilmente y se recupera con suma dificultad.
El impacto de la crisis venezolana se refleja en uno de los éxodos más grandes de la historia reciente. Desde 2015, más de 7.3 millones de venezolanos han abandonado su país, con más de 5 millones refugiados en América Latina y el Caribe. Colombia, con más de 2.5 millones de venezolanos, y Perú, con aproximadamente 1.5 millones, son los principales destinos de esta migración masiva.
Pero la crisis no es exclusiva de Venezuela. Millones de latinoamericanos han emigrado buscando mejores oportunidades en otras partes del mundo. En Estados Unidos, cerca de 29 millones de personas de origen latinoamericano conforman la mayor comunidad inmigrante del país. En Europa, especialmente en España, residen más de 2 millones de latinoamericanos, con un notable incremento de venezolanos, colombianos y ecuatorianos. Canadá también ha visto un aumento en su población latinoamericana, con más de 700,000 residentes de origen latino en la última década, atraídos por políticas de inmigración favorables y una alta calidad de vida.
La hermandad con el pueblo venezolano no debe ser descuidada por ningún país latinoamericano. Al ver los altos índices de migración que los latinoamericanos experimentan en su búsqueda de una mejor calidad de vida, más allá de lo económico, surge una pregunta inevitable: ¿Por qué tenemos que viajar a otro país para lograr este objetivo?.
Quizás la respuesta se encuentra en nuestros propios comportamientos y exigencias. Tal vez sea el deseo de escapar de un sistema cada vez más complejo para quienes exigimos un mínimo de seguridad ciudadana, o puede que sea una cuestión de percepción. Sea cual sea la razón, es momento de mirar los ejemplos de nuestros vecinos y proteger la libertad, no solo la nuestra, sino también la ajena.
¡Que viva la libertad!
Licenciado en Derecho por la Universidad Pontificia Católica Madre y Maestra (PUCMM).
Máster en Derecho Administrativo y de la Regulación Económica en la Universidad Pontificia Católica Madre y Maestra (PUCMM).
GCL 2021 de la Universidad Georgetown.
Programa de Alto Potencial Directivo (PAP) BARNA Management School.
Presidente de la ASFL CannaRed.
Socio Fundador de LexTech Consultoría Legal Estratégica.
Coordinador del Programa “Seguridad y Defensa Hoy” transmitido en Radio Funglode.