Vivimos en un mundo de reconocimientos, donde unos lo otorgan y otros lo reciben. Unos son sorprendidos al recibirlos y otros se quedan esperando lo que creen merecer y que no llega. Hay una tendencia innata en el ser humano a querer ser reconocido.
En el caso de los deportes se entregan reconocimientos, como el más reciente galardón otorgado al pelotero Adrián Beltré, que ingresó al Salón de la Fama por su comportamiento dentro y fuera del juego. También en el mundo del arte se entregan premios y se hacen reconocimientos.
Muchas veces, esa tendencia a recibir galardones comienza en la niñez, cuando algunos padres les ofrecen premios a sus hijos por su conducta y rendimiento en los años de formación inicial en la escuela, queriendo estimularlos para que cumplan con sus deberes, y eso traspasa a otras esferas de la sociedad, en especial en los ámbitos de deporte y varias ramas del arte. También son reconocidos quienes se dedican a algún oficio o actividad que los hace notables.
Reflexionando sobre esto, considero que la vida se parece a la práctica de los deportes. Todo el que compite debe tener la cabeza puesta en el final, en la meta, en el resultado, concentrado en el objetivo, que es llegar aconsumar los objetivos propuestos, alcanzar un peldañomás, y eso implica superar obstáculos, vencer la adversidad, ser resiliente.
San Pablo hizo referencia a este aspecto al comparar la vida temporal con una carrera. en el Libro de Hebreos, capítulo 12, ofreció a sus lectores de aquel entonces, orientaciones interesantes con respecto a la «carrera» y las cosas que se realizan en la vida.
El apóstol dice: «Prepárense para la carrera, sáquense el peso de encima», refiriéndose a las cosas que no nos dejan avanzar, lo negativo, una carga que nos ancla o nos hace ir más lento. Lo que él quiso decir es que debemos reconocer de manera permanente que necesitamos la ayuda de Dios, de los demás, que no podemos hacerlo por nosotros mismos, que se necesita la colaboración mutua para avanzar de forma personal y colectiva.
Para la obtención del premio, los atletas luchan contra los desafíos y obstáculos de la vida, «se abstienen de todo», dispuestos a someterme a medidas estrictas y hacer los cambios necesarios para lograr su objetivo. Por eso se niegan los placeres y ofertas de la sociedad, dejan a un lado las distracciones, con el fin de recibir un premio o ser colocado en el «Salón de la Fama».
Todos estamos en una carrera y, a pesar de que no es un juego en que competimos con otros, hay un premio. Las coronas y medallas olímpicas son perecederas, pero el premio de la vida más allá de la existencia terrenal esimperecedero, así que corramos con el fin de obtener este premio y dejar de lado todo lo que nos podría descalificar para entrar al «Salón de los Inmortales».
Licenciado en Ciencias de la Comunicación Social Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). Y de Teología Universidad Nacional Evangélica (UNEV).
Máster en Gerencia de la Comunicación Corporativa en la Universidad APEC.
Máster en Arte y Estudios Teológicos de Miami International Seminary (MINTS).
Coordinador para Rep. Dom. Programa Educativo: “Seminario Teológico Dominicano” (Fundación).