Las urnas abrieron el domingo en Francia en una segunda ronda electoral que podría otorgar una victoria histórica a la ultraderechista Agrupación Nacional de Marine Le Pen y su visión nacionalista y antiinmigrantes, o producir un parlamento dividido y años de bloqueo político.
El presidente de Francia, Emmanuel Macron, hizo una apuesta muy arriesgada al disolver el parlamento y convocar las elecciones después de una dura derrota de su grupo centrista en las elecciones europeas del 9 de junio.
Las elecciones anticipadas en el país, que es una potencia nuclear, afectarán a la guerra en Ucrania, la diplomacia global y la estabilidad económica europea, y casi con certeza socavará la posición de Macron durante los tres años restantes de su mandato.
La primera ronda de los comicios, celebrada el 30 de junio, fue el mejor resultado histórico de la Agrupación Nacional, liderada por Marine Le Pen.
Los votantes en un colegio electoral en París eran muy conscientes de las consecuencias de la consulta dentro y fuera de Francia.
“Las libertades individuales, la tolerancia y el respeto a los demás es lo que está en juego hoy”, dijo Thomas Bertrand, un votante de 45 años que trabaja en publicidad.
El racismo y el antisemitismo han empañado la campaña electoral, junto con cibercampañas rusas de desinformación, y más de 50 candidatos reportaron agresiones físicas, algo muy inusual en Francia. El gobierno desplegaría 30,000 policías para la jornada electoral.
El clima de tensión se producía en un verano muy especial para Francia. París está a punto de ofrecer unos Juegos Olímpicos muy ambiciosos, la selección nacional de fútbol masculino llegó a semifinales de la Eurocopa 2024 y el Tour de Francia recorría el país al mismo tiempo que la antorcha olímpica.
La participación al mediodía era del 26.63 %, según el Ministerio francés del Interior, algo más que el 25.90 % reportado a la misma hora en la primera ronda del domingo pasado.
La afluencia de casi un 67 % en primera ronda fue la más alta desde 1997, tras casi tres décadas de creciente desinterés de los votantes en las legislativas y, para un creciente número de franceses, en la política en general.
Macron votó en el balneario costero La Touquet junto con su esposa, Brigitte. El primer ministro, Gabriel Attal, votó antes en el suburbio parisino de Vanves.
Le Pen no votará porque su distrito en el norte de Francia no celebrará una segunda vuelta después de que ella ganara su escaño en primera ronda la semana pasada. En toda Francia, otros 76 candidatos ganaron en la primera vuelta, 39 de ellos de la Agrupación Nacional y 32 del Nuevo Frente Popular. Dos candidatos del grupo centrista de Macron también lograron sus escaños la semana pasada.
Las elecciones terminan el domingo a las 8:00 de la noche en el territorio continental francés y en la isla de Córcega. Las estimaciones iniciales se esperan para el domingo por la noche, con resultados oficiales preliminares el domingo por la noche y el lunes de madrugada.
Los territorios franceses en América y en los territorios de ultramar como San Pedro y Miquelón, San Bartolomé, San Martín, Guadalupe, Martinica, Guyana y la Polinesia Francesa votaron el sábado.
Posibilidad de un gobierno ultraderechista
Francia podría tener su primer gobierno de ultraderecha desde la ocupación nazi de la II Guerra Mundial si la Agrupación Nacional obtiene una mayoría absoluta y su líder de 28 años, Jordan Bardella, se convierte en primer ministro. El partido fue el más votado en la primera ronda la semana anterior, seguido de una coalición de partidos de centro izquierda, izquierda dura y verdes, y después por la alianza centrista de Macron.
Pierre Lubin, gerente de una empresa de 45 años, expresó su preocupación porque las elecciones produjeran un gobierno eficaz.
“Esto es una preocupación para nosotros”, dijo Lubin. “¿Habrá un gobierno técnico, o un gobierno de coalición formado por (varias) fuerza políticas?”.
El resultado sigue siendo muy incierto. Los sondeos entre las dos rondas sugieren que la Agrupación Nacional podría obtener la mayor cantidad de asientos en la Asamblea Nacional de 577 escaños, pero sin llegar a los 289 escaños de la mayoría absoluta. Eso seguiría siendo histórico, si un partido con lazos históricos con la xenofobia y con restar importancia al Holocausto, considerado durante mucho tiempo como un paria, se convierte en la fuerza política más grande de Francia.
Si la formación ultraderechista obtiene una mayoría, Macron se vería obligado a compartir el poder con un primer ministro que discrepa profundamente con el presidente en cuestiones nacionales e internacionales, en un incómodo arreglo conocido en Francia como “cohabitación”.
Parlamento dividido
Otra posibilidad es que ningún partido obtenga una mayoría, lo que dejaría un parlamento dividido. Eso podría hacer que Macron buscara una coalición con el centroizquierda o nombrara un gobierno tecnócrata sin afiliaciones políticas.
Ocurra lo que ocurra, el bando centrista de Macron se verá obligado a compartir el poder. Muchos de los candidatos de su alianza perdieron en primera ronda o se retiraron de cara a la segunda, de modo que no tiene suficientes candidatos para acercarse siquiera a la mayoría que logró en 2017, cuando fue elegido por primera vez como presidente, o a los escaños que obtuvo en las legislativas de 2022.
Ni la gran coalición ni el gobierno tecnócrata tienen precedentes en la Francia moderna, y ambas opciones harían más difícil que la segunda economía más grande de la UE tome decisiones audaces o arme a Ucrania, reforme las leyes laborales o reduzca su enorme déficit. Los mercados financieros están nerviosos desde que Macron sorprendió incluso a sus aliados más cercanos en junio al anunciar elecciones anticipadas después de que la Agrupación Nacional obtuviera el mayor número de escaños de Francia en las elecciones al Parlamento Europeo.
Independientemente del resultado, Macron dijo que no renunciará y seguirá como presidente hasta que termine su mandato en 2027.
Un país frustrado
Muchos votantes franceses, especialmente en ciudades pequeñas y zonas rurales, están frustrados por los bajos salarios y unos líderes en París considerados como elitistas y poco preocupados por los problemas cotidianos de los trabajadores. La Agrupación Nacional ha conectado con esos votantes, a menudo culpando a la inmigración de los problemas de Francia, y ha formado un apoyo amplio y arraigado en la última década.
Le Pen ha suavizado muchas de las posiciones del partido —ya no pide abandonar la OTAN ni la UE— para hacerlo más elegible. Pero los valores de ultraderecha del partido permanecen. Quiere celebrar un referendo sobre si nacer en Francia basta para merecer la ciudadanía, limitar los derechos de ciudadanos con doble ciudadanía y dar más libertad a la policía para utilizar armas.
Ante la incertidumbre en las decisivas elecciones, Valerie Dodeman, experta legal de 55 años, dijo que era pesimista sobre el futuro de Francia.
“Pase lo que pase, creo que estas elecciones dejarán a la gente disgustada en todos los bandos”, dijo Dodeman.